Esta semana hemos recibido un testimonio de una persona que ha sufrido abusos en su infancia. Le hemos pedido permiso para compartir su carta por varios motivos: En primer lugar nos parece un perfecto reflejo de la realidad que se esconde detrás de los abusos. Pero además nos parece un maravilloso ejemplo de fuerza, resiliencia y superación, que puede inspirar y ayudar a las miles de personas adultas que han pasado por la misma situación en su infancia.

“Hola, mi nombre es María y tengo 30 años, y quisiera contar mi historia a quien esté dispuesto a oírla. Esta historia, hoy día creo que es de superación, aunque me ha costado un largo camino llegar a esta deducción, con ella no pretendo ni me considero ejemplo de nada, es una historia más de tantas, por desgracia, aunque yo intento verle la parte positiva, ya que, si no fuera así, hoy no sería la persona que soy; y de eso si me puedo sentir orgullosa.

He tomado la iniciativa de escribir esta carta, por si con este testimonio pudiera ayudar a alguien y en consecuencia seguir luchando por ayudarme a mí misma, porque considero que la lucha aún no ha acabado solo acabará o por lo menos apaliará cuando la sociedad esté concienciada sobre la lacra que suponen los delitos contra la integridad de los menores, sean estos los que sean físicos, psíquicos…, es decir que se lleven a cabo políticas de prevención y se legisle con rigor, endureciendo y aplicando las penas para que no exista impunidad. Creo firmemente en que la educación es la base del cambio y para ello es necesario que se dé desde todos los ámbitos y se invierta a largo plazo puesto que no es algo que se pueda erradicar de la noche a la mañana, requiere el trascurso de generación tras generación.

Por todo ello, decidí hace unos años, años en los que me sentí muy perdida, vacía, desmotivada…, y gracias al apoyo de mi familia, estudiar primero Integración Social. Esto me dio el impulso que necesitaba, la motivación, la valentía, para seguir estudiando con el anhelo de algún día poder ayudar a las personas que como yo en su infancia sufrieron abusos sexuales.

Acabo de terminar Educación Social, y ahora vuelvo a sentirme un poco perdida, esto sucede porque hasta ahora tenía fija en mi mente un objetivo, el que ahora cuestiono, porque sé que quiero ayudar, pero tengo miedo a que con ello se desaten todos mis miedos, mis demonios. Pero tengo claro y por eso he dado este paso, que nunca lo sabré si no lo intento, no quiero permitir que la frustración y el miedo domine más mi vida y para que esto no siga sucediendo el cambio reside en mí. Es el momento, ya he esperado demasiado.

Me ha costado mucho tiempo y esfuerzo darme cuenta de esto último, es decir, nadie mejor que tú que te conoces, sabes tus limitaciones, debilidades, virtudes y fortalezas puedes y sabes cómo ayudarte a ti misma, está claro que siempre es necesario contar con profesionales especializados para que te orienten, pero al final de cuentas la que tiene que convivir consigo misma eres tú…si tú no te cuidas y te proteges a ti misma, nadie lo va a hacer por ti, de ahí que el cambio resida en uno mismo.

Esta filosofía a priori suena fenomenal, y en honor a la verdad no siempre me la aplico, pero eso sí lo intento todos los días con todas mis fuerzas, me niego por orgullo, por dignidad, por cabezonería ya a rendirme, a dejarme ir, a regodearme en lo que me pasó en lo que me hicieron…me niego.

En una ocasión, me dijeron y me marcó bastante, que si yo no estaba bien si no podía ayudarme a mí misma, no podría ayudar a nadie. Quiero pensar que hago todo lo posible por estar bien, por ayudarme a mí misma, hay días que lo consigo y días que no, como he dicho. Gracias a ese esfuerzo tengo una vida normalizada, tengo pareja desde hace 12 años el cual me ha ayudado mucho en este arduo camino, me acepta tal como soy, me respeta y sabe darme espacio y tiempo, lo cual es de agradecer en días turbios.  Con esto quiero decir, que cualquier profesional, puede tener problemas personales y eso no lo hace menos competente en su trabajo, lo que hay es que tener voluntad para prestar ayuda y más aún si dicho profesional ha padecido los mismo que la persona a la cual pretende ayudar, quiero pensar, que puede empatizar más, que puede, que puedo aportar mi granito de arena.

Mi historia, es la historia de muchos niños/as en el mundo que por desgracia un día se toparon con un espécimen catalogado dentro de lo que yo llamo escoria mundana, por definirlo de alguna manera. En mi caso he tenido el apoyo de mis padres, que, aunque indirecto siempre he sentido su respaldo. Digo esto porque desde el momento en que yo se lo conté a mis padres con 9 años, como mucho y contando esa ocasión en mi casa solo se ha hablado de ese tema en 4 ocasiones contadas. Esto es debido a que es un tema tabú. Esto es así, porque el tipo en cuestión, era tío de mi padre y vivía puerta con puerta de mis abuelos y yo me quedaba con ellos porque mis padres tenían que trabajar.

El susodicho estaba casado con la hermana de mi abuela, y yo le procesaba a esta el mismo cariño que a mi abuela, bueno y a él también, me enseñó a montar en bici, jugaba conmigo, me contaba historias…no sé supongo que se fue ganando mi confianza hasta que un día no recuerdo cuando empezó ni como, la mente es así nos protege de lo que nos hace daño y eso en realidad es mi cruz ya que tengo el convencimiento de que me pasaron más cosas de las que en realidad recuerdo, es curioso lo de los recuerdos, otros están ahí tan palpables como si los hubieras vivido ayer mismo.

Como iba diciendo, se lo conté a mis padres tras la insistencia de mi madre que veía comportamientos extraños en mí, tenía pesadillas y me había vuelto bastante contestona, no quería ir a casa de mi abuela y lo que más la hizo sospechar es que no quería ni acercarme al susodicho, además de alguna cosa más que la alarmó en una ocasión. Las madres tienen un sexto sentido se dice, es cierto.

Tras el impacto que esto causó en mi familia, mi madre al parecer decidió asesorase y acudió a un abogado y aun psicólogo y estos poco acertados en mi opinión, ya que lo he sufrido en mis carnes, le aconsejaron, uno no denunciar ya que como había pasado tiempo desde que sucediera el último episodio hasta que yo se lo confesé a mis padres (Después de hacer la primera comunión, a la que fue, apareciendo en las fotos que no puedo ni mirar) no se podía probar y el otro que lo mejor era dejarlo pasar ya que una vez yo me liberé se me olvidaría, lo cual hasta cierto punto fue así, y que en la adolescencia podría resurgir o no y que dependiendo de eso se trataría entonces. Lo que inevitablemente ocurrió, se despertó algo en mí que obviamente estaba ahí pero como hasta entonces no lo entendía permaneció oculto, dormido. Con la adolescencia afloró en forma de crisis, es decir, bajada de notas, pesadillas, ansiedad, depresión, comportamientos autodestructivos, etc.

Esto originó que mis padres decidieran llevarme al psicólogo como no podía ser de otra forma, tenía 15 años y la experiencia no fue muy agradable que digamos, ya que después de contarle mi historia, esta me dijo en que podía ayudarme, a lo que yo le contesté que si ella que era la profesional no lo sabía menos lo iba a saber yo que estaba allí para eso, seguidamente me fui escupiendo sapos y culebras y como no, con su correspondiente portazo que dejó a mi padre, que estaba fuera esperándome alucinado.

Después de eso y como no cabía esperar, fue el principio de mi caída en picado. Debido a mis malas notas, les aconsejan a mis padres que lo mejor para que por lo menos sacara el graduado era que me metiera en un Programa de diversificación curricular. Sin preocuparse de nada más, de porque me estaba sucediendo esto, cuando siempre había sacado buenas notas. Me sacaron de mi clase de siempre para meterme en otra con lo mejorcito de cada casa, sin animo de menospreciar a nadie, debo decir que aprendí de esa experiencia, de esas personas, gracias a ellos me hice más fuerte y comprendí que somos nosotros y nuestras circunstancias las que nos conforman y que las apariencias son un mero reflejo enmascarado a veces erróneo de la realidad.

Pero allí nos trataban a todos por igual, lo que a priori estaría bien, pero creo que fue un error, es un error no atender a las necesidades y diferencias individuales. Una anécdota curiosa sobre esto que estoy contando, se dio en una ocasión por parte del orientador del centro, que nos dijo que éramos de lo peorcito del centro y que tendríamos suerte si acabábamos limpiando cristales o fosas sépticas, como si eso fuera una deshonra, pero esas palabras se clavaron en mí como puñales, las interioricé como ciertas, lo que me destrozó la autoestima y el auto concepto.

La cosa no acabó ahí, si es cierto que logré acabar, no sin esfuerzo mis estudios de secundaria y sin ganas de hacer el bachillerato ya que no sabía qué hacer con mi vida tan siquiera, pero mis padres me animaron a continuar y así lo hice, y no me fue tan mal, hasta que pasó lo que yo defino como el principio del fin, lo que acabaría por rematar y destruirme por completo.

Esto fue, contarle al que era mi novio entonces, mi primer novio, vamos, con el que llevaba un año y al que conocía de toda la vida, lo que me había pasado cuando era niña. Tomé esa decisión porque cada vez había más intimidad entre nosotros lo que me incomodaba ya que no estaba preparada para dar ese paso y se lo hice saber; su respuesta fue el silencio y una única frase: -Bueno pues lo mejor es dejarlo por un tiempo…Aquello me hundió, me desgarro, me hizo sentir que no valía nada, me odiaba, me daba asco…

Me costó mucho tiempo recuperarme de aquello, ahora mismo lo estoy recordando y me escuece, pero ya no me duele y eso es buena señal. Claro está que ahora mi vida es diferente, he asumido y convivo con todo lo que he vivido de forma más serena y consciente de lo que lo hacía cuando tenía 17 años, donde todo se magnifica y se vive intensamente. He de decir para concluir esta parte, que en aquel momento yo creí que me dejaba porque le daba asco, pero con el tiempo, supe que era porque ya tenía otras miras y porque creo que todo aquello le superó también, no le culpo, ahora lo entiendo.

Tras lo sucedido, mi vida se tornó más gris de lo que ya era, en consecuencia, sufrí una fuerte depresión que acarreé durante años, que me llevó a una anorexia nerviosa, un trastorno del sueño, que aún padezco, y un trastorno adaptativo, según la psiquiatra que me trataba entonces. Mi conducta era de lo más autodestructiva, como es habitual en las víctimas de abusos; un ejemplo de ello, es el hecho de querer desesperadamente dormir y por ello lo que empezó como algo normal que es el hacer deporte para poder luego conciliar mejor el sueño acabó por ser autodestructivo, llevando mi cuerpo al límite y más adelante dejando de comer. Pero estas conductas pasaron por distintas fases, llegué incluso a autolesionarme, ahora lo pienso y me doy cuenta de todo el daño que me hice a mí misma, todo lo llevaba l extremo. Creo que si mi mente inventara una nueva forma de dolor la hubiera aplicado, es increíble lo que esta puede hacer. Lo peor es que sentía una gran frustración, cobardía porque lo que yo quería en realidad era ser valiente y acabar con aquel sufrimiento.

Con decir, que en la excursión de final de curso a Andorra a la que no quería ir, y más valía que me hubiera quedado en casa, pero mis padres desesperados insistieron en que fuera. La cuestión, es que iba tan drogada que me perdí, no sé ni cómo hoy en día, pero me encontraron tiempo después vagando por la ciudad. No entiendo como los especialistas prescriben tan alegremente a un niño medicamentos tan fuertes, a ver, no sé porque me sorprendo aún, ya que ahora se diagnostica TDAH a cualquier niño con déficit de atención y un poco inquieto, pero bueno, yo no soy facultativa. Lo que sí intento es tomarme las menos cosas posibles, supongo que es por lo que he contado, pienso que los tratamientos pueden ayudar en un momento determinado pero que no son la solución a los problemas, a esos tienes que enfrentarlos de cara y consciente para llegar así antes o después a la resiliencia.

Sonará fatal, pero las cosas empezaron a ir mejor cuando el susodicho murió, al parecer de algún tipo de cáncer, el cual le hizo padecer bastante, lo que con sinceridad no me apenó nada, y sé que está mal, pero no sufrió lo suficiente. Explicaré bien esto último, ya que no quiero que dé pie a interpretaciones, claro que me alegré de que muriera sufriendo, no lo negaré, pero en realidad a lo que me refiero, es que no se hizo justicia, en parte por mi causa, que con 9 años ya me dirás, pero lo cierto es que le pedí a mis padres que no dijeran nada, en mi mente solo estaba el hecho de no hacer daño a mi tía, a la que adoraba. Y, por otro lado, por causa de lo mal que asesoraron a mi madre los profesionales a los que consultó, si se les puede definir así.

Sentí alivio ya que había vivido con miedo durante años, aunque con un tremendo sentimiento de culpa porque este tipo tenía nietas y me atormentaba el hecho de pensar que les hubiera sucedido los mismo. Mi madre no sé si acertada o no, no seré yo quien la juzgue después de todo lo que ha tenido que sufrir, y temiendo esto último, decidió contárselo a una de las nueras de esta persona, con la que tenía confianza; la respuesta de esta señora fue de absoluta preocupación, quiero pensar que fue sincera. Esta como es lógico debió hablarlo con su marido y este con sus hermanos supongo, el caso es que tiempo después una familiar le dijo a mi madre que una de las hijas decía en el núcleo familiar que yo había insultado la memoria de su padre y que mis padres habían apoyado una gran mentira.

Sé que es muy complicado admitir ciertas cosas, soy consciente de que las personas más deleznables son aquellas que se ocultan tras una máscara de hipocresía y hacen creer a los demás que su comportamiento es intachable.  Yo misma sería incapaz de pensar eso ni por asomo de mi padre, por eso mismo entiendo su postura, lo que no entiendo es como se pueden decir ciertas cosas sin tener la certeza absoluta. Me hicieron mucho daño esas palabras, poner en duda a una niña inocente, que no se inventaría algo así, no lo había soñado como también habían dicho. Pero bueno, con el tiempo comprendí que son normales ciertas reacciones, es difícil asumir que tu padre es eso que dicen cuando ves que tampoco hicieron nada, es decir, si fuera cierto hubieran tomado medidas y no lo hicieron.

Como dije, este tema es tabú en mi casa, mi madre tomó la postura de desahogarse con los familiares más cercanos y hacer justicia a su manera, de modo que sé que este tema a pululado por ahí y mucha gente se ha sentido con derecho a hablar libremente sobre él, eso sí sin saber nada de mi boca; es hoy el día que mis padres no saben todos los detalles de lo que en realidad me sucedió.

Por el contrario, mi padre optó por tomar una postura totalmente opuesta, es decir, no hablar, no asumir supongo. El caso es que su ceguera lo llevó hasta a casi seguir hablando con este tipo un tiempo, lo que le reproché durante años. Incluso el día que lo enterraron quería ir, según él porque era una falta de respeto el no acudir, a lo que yo le contesté que me estaba faltando más al respeto a mí y que si iba diera por hecho que no tenía una hija. No fue, y con el tiempo supe que se había enfrentado a él en una ocasión.

Un ejemplo curioso de cómo funciona la mente humana, es que cuando sale un caso de este tipo en la tv, mi padre cambia de inmediato y hasta inconsciente de canal, eso me demuestra lo mucho que quiere protegerme y sobre todo lo mucho que sufre por no haberlo hecho.

En definitiva, mi vida empezó a cambiar, cuando comencé a ilusionarme con el que hoy es mi pareja, le conocía del instituto, pero nunca le había visto de esa forma. Le costó mucho al pobre verme fuera del Instituto ya que yo no salía prácticamente de casa, pero poco a poco y llamada a llamada me fue ganando, bueno a mí y a mi madre a la que también se fue ganando y con la que tiempo después se compinchó para que al fin saliera de casa.

Hoy día llevamos muchos años juntos, él me apoyó desde el primer momento que lo supo, que fue cuando decidí tener una relación más allá de la amistad. Le advertí de lo que me pasaba de lo que me había pasado, le dije que no lo tenía superado y que no sabía si lo haría algún día y si quería estar con una persona que no le podía aporta/ofrecer nada…Él me contestó que sí, que ya le estaba aportando muchas cosas buenas y que no quería perderme, que jamás me haría daño y que respetaría mis tiempos. Y así lo hizo, me aportó tranquilidad, seguridad, paciencia y amor incondicional. Puse mucho de mi parte para que la cosa saliera adelante, me costó bastante, no voy a mentir, y sobre todo tiempo. Estuve con depresión durante muchos años aun estando con él, pero juntos lo hemos superado todo, el mérito no es solo mío, aunque tengo parte en ello.

Antes dije que hubo un momento convulso de mi vida que me sentía cobarde por no ser valiente y acabar con el dolor, hoy sé que fui valiente, soy valiente.

Para concluir, solo me queda decir que a pesar de que el mundo está repleto de mucha escoria mundana como yo la llamo, también hay personas maravillosas dotadas de una humanidad extraordinaria que hacen que la vida merezca mucho la pena y que con sus actos me hacen seguir confiando en el ser humano.

PD: Espero que este testimonio pueda servir para algo, estaría dispuesta a ayudar si es posible en lo que haga falta, y si no, ha sido una forma de exteriorizar lo que he vivido a modo de terapia.

Gracias por llevar a cabo esta labor tan encomiable, de sensibilización y visibilización, dándole voz a los más vulnerables.

Un saludo.”